MAESTRANZAS DE NOCHE
HIERRO negro que duerme, fierro negro que gime
por cada poro un grito de desconsolación.
Las cenizas ardidas sobre la tierra triste,
los caldos en que el bronce derritió su dolor.
Aves de qué lejano país desventurado
graznaron en la noche dolorosa y sin fin?
Y el grito se me crispa como un nervio enroscado
o como la cuerda rota de un violín.
Cada máquina tiene una pupila abierta
para mirarme a mí.
En las paredes cuelgan las interrogaciones,
florece en las bigornias el alma de los bronces
y hay un temblor de pasos en los cuartos desiertos.
Y entre la noche negra —desesperadas—- corren
y sollozan las almas de los obreros muertos.
ODA A LOS TRENES DEL SUR
...
Oh tren
explorador
de soledades,
cuando vuelves
al hangar de Santiago,
a las colmenas
del hombre y su cruzado poderío,
duermes tal vez
por una noche triste
un sueño sin perfume,
sin nieves, sin raíces,
sin islas que te esperan en la lluvia.
inmóvil
entre anónimos
vagones.
Pero
yo, entre un océano
de trenes,
en el cielo
de las locomotoras,
te reconocería
por
cierto aire
de lejos, por tus ruedas
mojadas allá lejos,
y por tu traspasado
corazón que conoce
la indecible, salvaje,
lluviosa,
azul fragancia!
Textos de Pablo Neruda. Imágenes de los talleres de Villa Lynch (linea Urquiza) aportadas por Geraldine Labbé.
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