Sabemos ya cual es el Programa a resolver y nada nos impide abordarlo.
Disponemos de la información necesaria para asumir con decisión el problema del uso. Es el momento de hacerlo.
No se trata de despejar arbitrariamente la incertidumbre propia de su develamiento, invocando lo insalvable de una necesidad ciega.
No habremos de perder la condición de búsqueda que es lo que nos moviliza. Entendemos a la incerteza como una pulsión motivadora.
Se trata sí de reconocer la necesidad de centrar la reflexión sobre algunos aspectos, tal vez los de mayor relevancia.
Entonces:
¿Es el Uso lo mismo que el Programa?
¿Cómo abordar su resolución sin contar con el enunciado de cada uno de los usos y su superficie?
¿Es el Uso un simple enunciado de cantidades?
Algunas tentativas respuestas podrían esbozarse desde lo elaborado en el taller de donde surge que lo particular del Uso no es aprehensible en si mismo sino como expresión derivada del Territorio.
Lo particular del ejercicio en curso es la innegable y elemental ligazón entre Territorio y uso.
No hay comprensión del Uso sin una profunda elaboración sobre aquellos significados esenciales del Territorio.
No es el Uso el que domina al territorio sino por el contrario es el Territorio el que en su inmensidad y elocuencia preña de carácter e identidad al Uso.
La fortaleza y validez de lo propuesto debiera considerarse entonces como algo necesariamente imbricado con las esencias del territorio. Sin cuyo develamiento el problema del uso no logrará superar lo elemental de la articulación de funciones.
Avanzar en su resolución nos exige atender al problema del territorio. De su precisa, atenta e intencionada percepción y expresión han de surgir aquellos aspectos fundantes capaces de ofrecer un sentido particular y genuino a lo propuesto.
Federico
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