viernes, octubre 27, 2006

Nadia y el profeta Khalil.

Dice Nadia:
Sólo quería dejar un pedacito de la obra "el profeta" de Khalil Gibran (poeta y filósofo libanés) sobre las viviendas.
Ni bien empecé a leer el primer párrafo de esta parte del libro, me dí cuenta que sin querer habíamos estado diseñando algo tan espiritual fuera de la gran ciudad, algo que nos tenía que acercar más al hombre, más a su interior, a su alma y a sus pensamientos.

Y así me sonreí al ver que los ejercicios se suceden casi al unísono de la esencia de todos ellos.
Primero hay que observar antes de diseñar y en cierta forma en el primer cuatrimestre cada uno llevó adelante una parte de su interior, una parte de lo que pensamos, redescubriendo al "yo vagabundo" del que habla Gibran.
Ahora estamos diseñando para el hombre que piensa en volver al hogar, para el hombre cotidiano de la ciudad que quiere descansar dentro de ese ir y venir, dentro de ese movimiento y de los ruidos de la ciudad... su lugar.
Personalmente creo que es bueno repreguntarse y plantearse los problemas arquitectónicos sin dejar pasar muchas cuestiones esenciales del hombre y todo lo que pasa frente a sus ojos.

Y lo que más me atrapa es poder encontrar respuestas, recorriendo caminos impensados, cada cual con su percepción, pero buscando siempre eso intangible capaz de ser plasmado en nuestras obras, los espacios del hombre... los espacios interiores del hombre... su interior...
Nadia Dressl. Diseño ll
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...De las Moradas
Fue después un albañil quien se adelantó para decir:
Háblanos de las moradas.
A lo cual él respondió:

Construid con la imaginación una enramada en la selva
antes que una casa dentro de la ciudad.
Pues aun cuando en vuestro ocaso sintáis el deseo del hogar
así ese otro yo vagabundo que hay en vosotros,
anhelará la lejanía y la soledad.

Vuestra mayor morada es vuestro cuerpo.
Se desarrolla al sol y duerme en la tranquilidad de la noche
y no carece de sueños.
¿No sueña vuestra morada? Y al soñar....
¿no abandona la ciudad para buscar el bosquecillo
o la cumbre de la montaña?

Quisiera poder juntar vuestras moradas en la palma de mi mano
y cual sembrador poder esparcirlas por bosques y praderas.
Desearía que los valles fuesen vuestras calles
y las verdeantes sendas vuestras callejuelas
que os pudierais buscar los unos a otros por entre los viñedos
y retornar con el aroma de la tierra en vuestros vestidos.

Pero estas cosas no pueden suceder aún.
En su miedo, vuestros antepasados os colocaron demasiado cerca unos de otros.
Y ese miedo aún perdurará un poco más.
Un poco más tendrán las murallas de vuestra ciudad
separadas vuestras moradas de los campos que os pertenecen.

Y Decidme vosotros, pueblo de Orfalis
¿qué tenéis en estas casas?
¿Y qué es lo que escondéis con puertas aherrojadas?
Tenéis paz, esa tranquila necesidad que revela vuestra fuerza? ]
Tenéis belleza que es lo que conduce al corazón
desde las cosas fabricadas en madera y piedra
hasta la sagrada montaña?
Decidme, ¿tenéis todo esto en vuestras moradas?
¿O tenéis solamente comodidad
y el afán de la comodidad
que a escondidas penetra en la casa como huésped,
se convierte más tarde en anfitrión y termina siendo el dueño?
Ay! y llega a ser domador,
y armado con arpón y látigo
hace que se vuelvan marionetas vuestros máximos anhelos.
Aunque sus manos son de seda,
su corazón es de hierro.
Os arrulla sólo para poder quedarse a la cabecera de vuestro lecho
y mofarse de la dignidad de la carne.
Hace escarnio de vuestros rectos sentidos,
y los pone sobre algodón cual frágiles vasijas.
La realidad es que el anhelo por la comodidad mata la pasión del alma,
y luego camina riéndose en el funeral.

Mas vosotros, hijos del espacio,
los que no reposáis en el descanso,
no seréis atrapados ni domados.
Vuestra morada no será ancla, sino mástil.
Tampoco será membrana reluciente que tapa una herida,
sino el párpado que guarda la pupila.
No doblaréis vuestras alas para cruzar las puertas,
ni agacharáis vuestras cabezas para que no se peguen contra techo alguno,
ni tendréis temor de respirar para que las paredes no se agrieten y se abatan.
Porque todo aquello que es ilimitado en vosotros mora en la mansión celestial
cuya puerta es la neblina matutina
y cuyas ojivas son las canciones y los silencios de la noche.

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