domingo, mayo 06, 2007

El Pensamiento Salvaje (Claude Lévi Strauss)

Durante largo tiempo, nos hemos complacido en citar esas lenguas en que faltan los términos para expresar conceptos tales como los de árbol o de animal, aun­que se encuentren en ellas todas las palabras necesa­rias para un inventario detallado de las especies y de las variedades.
Pero, al mencionar estos casos en apoyo de una supuesta ineptitud de los "primitivos" para el pensamiento abstracto, en primer lugar, omitíamos otros ejemplos, que comprueban que la riqueza en palabras abstractas no es patrimonio exclusivo de las lenguas civilizadas.
Así, por ejemplo, la lengua chinook del noroeste de la América del Norte, usa palabras abstractas para designar muchas propiedades o cualida­des de los seres y de las cosas: "este procedimiento —dice Boas—, es más frecuente que en cualquier otro lenguaje conocido por mi". La proposición: el hombre malvado ha matado al pobre niño, en chinook se ex­presa así: la maldad del hombre ha matado a la po­breza del niño; y, para decir que una mujer utiliza un cesto demasiado pequeño: mete raíces de poten­tila en la pequeñez de un cesto para conchas.
En toda lengua, el discurso y la sin­taxis proporcionan los recursos indispensables para suplir las lagunas del vocabulario. Y el carácter ten­dencioso del argumento mencionado en el parágrafo anterior queda puesto de manifiesto cuando se observa que la situación inversa, es decir, aquella en que los términos muy generales predominan sobre las designa­ciones específicas, ha sido también aprovechada para afirmar la indigencia intelectual de los salvajes:

De entre las plantas y los animales, el indio no nombra más que a las especies útiles o nocivas; las demás se clasifican, indistintamente, como pájaros, malayerba, etc. (Krause, p. 104.)
Un observador más reciente parece creer, de manera semejante, que el indígena nombra y concibe solamente en función de sus necesidades:

Me acuerdo todavía de la hilaridad provocada entre mis amigos de las islas Marquesas... por el interés (que a su juicio, era pura tontería) testimoniado por el botánico de nuestra expedi­ción de 1921, por los "hierbajos" sin nombre ("sin utilidad") que recogía y cuyo nombre que­ría conocer.

Sin embargo, Handy compara esta indiferencia con la que, en nuestra civilización, el especialista manifies­ta respecto de los fenómenos que no pertenecen inme­diatamente a su esfera de interés intelectual. Y cuando su colaboradora indígena le subraya que en Hawaii, "cada forma botánica, zoológica o inorgánica que se sabía que había recibido un nombre (que habla sido personalizada) era... una cosa utilizada", se toma el trabajo de añadir: "de una o de otra manera", y pre­cisa que si "una variedad ilimitada de seres vivos del mar y del bosque, de fenómenos meteorológicos o ma­rinos, no tenían nombre", la razón era la de que no se les juzgaba "útiles o... dignos de interés", términos que no son equivalentes, puesto que uno se sitúa en el plano de lo práctico y otro en el de lo teórico.
Lo que sigue diciendo el texto lo confirma, al reforzar el segundo aspecto a expensas del primero: "la vida, era la experiencia, cargada de significación exacta y precisa" ...
(Imágenes: Willem de Kooning - Texto completo: click acá)

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