martes, mayo 24, 2011

DOCUMENTOS / A2-2011

HOMBRE - TRABAJO y VIVIENDA


El Hombre a travès de la Arquitectura. (Fragmento). Claudio Caveri.



El hombre vive en su trabajo, por más pequeño y humilde que sea; a través de él entrega su ser y se hace cuerpo con el mundo; pretender liberarlo es vaciarlo, quitarle sentido; es entregarlo al hastío, a la inercia, a la pereza, a la degeneración decadente. El problema no está en liberar al hombre del trabajo, sino en dejar, en permitir que el trabajo sea auténtico trabajo, mezcla de necesidad y creación, de obligación y juego, de desarrollo individual y común, de esfuerzo y distracción, de ritmo, monotonía, orgullo, alegría y servicio. Está en dejar que el trabajo se una al lugar de vida, cerca de la casa, de las casas, de la familia, bien metido dentro de los grupos humanos, en su propio corazón.



Al haber sido arrancado de la ocupación sana y fecunda del trabajo, “las relaciones capitalistas de producción privada o estatales y la industria mecánica, tal como son actualmente bajo cualquier sistema, han destruido hasta tal punto el placer de trabajar, que el trabajo económico es lo que todos aborrecen.



La búsqueda de libertad absoluta, el ideal de vida ociosa, conduce sin lugar a dudas a nuevas enajenaciones y en última instancia a la pérdida de real conciencia y libertad. “El hombre, enajenado de la producción, del trabajo, lo es también del consumo, del verdadero descanso, quedando como preso, aprisionado, en los limitados ambientes de sus vidas cotidianas, no pudiendo razonar sobre las grandes estructuras de las que depende y es subordinado, llevando a cabo acciones aparentemente racionales sin tener idea a los fines a los que sirve.




El dualismo actividad creativa-trabajo utilitario, no ha hecho más que acentuarse, la desmaterialización del arte es total al ser reducido a “puro diseño”, a pura ideación formal, mientras la materia y el trabajo con ella quedan degradados, limitados, subordinados, sin valor propio.



Pero estos “valores humanos”, esta “dimensión humana”, siguen siendo los valores, las dimensiones, los ideales del hombre burgués, el que sigue aspirando al ocio, el que sigue creyendo en el valor del arte como inspiración abstracta y desencarnada, el mismo que vuelto sobre sì mismo y su individualidad se evade en una actitud expansiva y divergente.



No se trata de artesanado, no se trata de producción industrial, no se trata de arte en oposición a técnica….Si se trata de un camino abierto, desprejuiciado, que deje de lado los valores absolutos e inmutables, que se integre en lo real, volcándose sobre el trabajo concreto y productivo con los medios técnicos disponibles en cada momento y lugar, para desde allì, en actitud experimental y unido a otros hombres, ir determinando una nueva forma de vida, como consecuencia de un nuevo modo de trabajar y relacionarse.



Es posible, aunque sea dificultoso, trabajar persiguiendo fines muy distintos a la acumulación del beneficios privado o colectivo, la ostentación clasista, la violencia camuflada, el vulgar materialismo disfrazado de bienestar, buscando modificar lentamente pero en bloque los modos de producción y sus productos, es decir, el ambiente en el que vivimos y nuestras costumbres, sin abandonar por ello el aporte del trabajo anterior realizado por las ciencias y las técnicas.



Los hombres de hoy quedamos enfrentados con esta realidad de expansión sin sentido, de derroche y agresión de todo tipo, que nos fuerza a tomar conciencia de nuestro obrar, de nuestro trabajo, para saber bien a qué forma de mundo colaboramos. Para ser realmente conscientes no basta conocer lo ya dado (plano técnico), sino que es necesario ver lo que se puede hacer con las posibilidades que nos entrega el presente, en una palabra, hace falta imaginar cómo puede ser el mundo y ver cuáles son las posibilidades que nos conviene desarrollar.


Finalmente, no basta tomar conciencia, no basta analizar e imaginar, hay que actuar modificando el presente con nuestro trabajo integrado hondamente en nuestras vidas, en el convencimiento de que sus raíces profundas y verdaderas no son el castigo y la maldición sino la fe esperanzadora y el amor fecundo y creador.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

pedemonte presidente

Anónimo dijo...

Jejeje Presidente? que hironia porque los politicos tienden a decir lo que la gente quiere escuchar. Y este texto dice todo lo contrario, lo que nadie quiere escuchar, entre otras cosas que el trabajo no mata viejo! humaniza y te fortalece! pobre del lector que compra figuritas, pobre él, que se las sabe todas, pobre él, que tiene todo en bandeja y nunca pero nunca se pregunto nada, obedece y sigue siendo empleado de su propia vida.

Ramiro-A2.

Anónimo dijo...

Creo que son planteos que en mayor o menor medida todos los que trabajos nos hemos hecho en algún momento, la pregunta más certera es… cómo? , ¿Cómo hacer para tener el trabajo que nos guste?, ¿cómo generar la posibilidad de vivir haciendo lo que nos gusta?, ¿Cómo encontrar un equilibrio entre la actividad y fruto de sustento económico? ¿Cómo tiene que ser el trabajo? ¿Cuántas horas hay que trabajar? Y para muchas de las respuestas somos víctimas de las circunstancias de un planteo social que creemos nos excede como individuos, pero que sin embargo no quita la posibilidad de entrar en la constante búsqueda por estar mejor, por obedecer al sentido propio que no siempre es el común visto del punto de vista de la sociedad y sus estratos y políticas que no entienden el entorno en el que están inmersas, dudo que los políticos hiciesen un análisis como el que plantea la cátedra, del entorno en su aspecto más profundo y si para ello necesitamos arquitectos en la política no cabe duda.

Anónimo dijo...

Ironia si... Hironia no...

Anónimo dijo...

claudio caveri el claudio maria dominguez de la arquitectura!!