jueves, junio 11, 2009

RECORRIDOS A-PROPIADOS











El delicado manto de nieve recién caída sobre los campos en pendiente brillaba con el sol matinal. Grupos de maleza coronados con vainas trenzadas de tonos bronce, aquí y allá, salpicaban la inmaculada extensión de blanco. Ramitas oscuras como líneas rectas, de tenue tono metálico, manchadas alternadamente. Pauta para la mirada del sol, a medida que esparce su delicada red de dibujos de sombras azuladas sobre el blanco.

“Ven chiquillo” dijo tío John al hijo de su hermana Ana, de 9 años.

"Ven ya que te enseñare como andar”.

Tomando al chico de la mano, hundió su gran sombrero sobre su melena blanca e inicio la marcha recta, remontando los campos en pendiente hacia un punto sobre el cual había fijado sus penetrantes ojos azules.

Ni a derecha ni a izquierda, caminaba de frente, en línea recta, atento a su meta, poseído.

Pronto el muchacho descubrió el encanto de aquellas sencillas malezas junto a la nieve, bajo esas sombras puntiagudas se entrelazaban en un arabesco azul. Dejando su guante en el puño que lo asía fuertemente, quedo libre.

Corrió primero a la izquierda para recoger capullos, y después mas capullos y flores de otros tallos. Después a la derecha para recoger algunas mas bonitas.

Nuevamente a la izquierda, para recoger otras mas oscuras y brillantes, y mas allá, para recoger aquellas flores pequeñas esparcidas. De nuevo hacia delante por las altas líneas doradas salpicadas con delicados racimos de corona en bronce oscuro.

Ansioso, tembloroso, corría de un lado a otro tras tío John, llenándose los brazos con “maleza”.

Llegado al punto que se había fijado, tras un empinado camino, tío John se volvió para mirar atrás.

Una sonrisa de satisfacción iluminó sus marcadas facciones galesas. Sus huellas sobre la nieve eran tan rectas como una cuerda tensada.

El chico llego arriba con los brazos cargados, la cara encendida, resplandeciente.







Levanto la vista hacia su tío: "Mira lo que he encontrado!"

Una mirada severa cayo sobre el. La lección iba a comenzar.







Detrás estaba la larga línea recta, cuidadosa, que los pies de tío John habían hecho a propósito. La señalo con orgullo. Allí estaba la línea ondulante, exploradora y cuidadosa, bordeando la línea recta, como una enredadera libre y hermosa, corriendo de un lado a otro y atravesándola.









La señalo también con suave reproche. Quedaron ambos de pie mirando hacia atrás. La mano pequeña con los dedos medio congelados estaba de nuevo enguantada, cogida a la otra mano mayor y más fuerte; una sonrisa indulgente y benévola le cayó sobre la tímida cara infantil. De alguna manera, había algo que… no estaba claro.

El mensaje de tío John era sencillo: ni a derecha ni a izquierda, sino al frente; ese es el camino.








El chico miró su tesoro recogido y también el orgullo reflejado en la cara de tío John, y comprendió más de lo que tío John pretendía.

El chico estaba confundido. Tío John le había dejado algo, algo que era lo realmente importante para el.













“Autobiografía”

Frank Lloyd Wright.

(imágenes de Daniel Vergara, Daniela Rodriguez, Julio Roma, Jeremías Abram y Martín Paniagua).-



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